Por: Gandhi Rojo/ Visiones de un nuevo mundo.
Un formato arriesgado, una narrativa fresca y un final que te deja una sensación de vacío, estos son los elementos clave en la cruda película española, "Blancanieves", dirigida por Pablo Berger y estrenada en el 2012. Inspirada en el cuento de hadas de los Hermanos Grimm, la cinta narra la historia de Carmen –interpretada por Macarena García– una bella joven con una infancia atormentada por su terrible madrastra, Encarna –ineterpretada por Maribel Verdú–. Huyendo de su pasado, Carmen emprende un apasionante viaje acompañada por sus nuevos amigos: una "troupe" de enanos toreros. Ganadora del premio a Mejor Película en la XXVII edición de los Premios Goya y a Mejor Película Iberoamericana en la LV edición de los Premios Ariel.
Detalles característicos de una cultura, en este caso la española, son agregados a la historia que tanto conocemos, lo que le da una esencia nueva y diferente a la trama, que al mismo tiempo enriquece a los personajes y a los componentes del contexto que embellecen cada toma, en especial esas espléndidas demostraciones de tradiciones toreras y de flamenco. El filme toma una decisión arriesgada e imita los modos de narrar del cine mudo, con fotografía en blanco y negro y la música como elemento conductor; características que podrían afectar la forma en la que el público general la reciba dado a que, en la actualidad, las masas están acostumbradas a cantidades descomunales de efectos especiales pero, en mi opinión, el director toma la decisión perfecta y obtiene como resultado una obra con una fotografía impecable, que cumple a la perfección las reglas de composición, lo que genera un gran atractivo visual.
Su final deprimente y desgarrador es la principal diferencia que existe entre esta versión y la popular de Disney, "Blancanieves y los siete enanos", y este mismo es un claro ejemplo del porqué la mayoría de la población prefiere historias con finales felices que los ayuden a escapar de su realidad. Vivimos bajo un sistema que se encarga de oprimirnos en cada aspecto de nuestra vida, por lo que tomamos cualquier oportunidad para no pensar en lo que nos acongoja y así, la idea de consumir cine que nos haga sentir peor es casi imposible. Es nuestro deber exigir, producir y consumir contenidos que fomenten el razonamiento y cuestionamiento de nuestra realidad, puesto que solo así podremos mejorar nuestra calidad de vida.