Caldo de cultivo
Por: Miriam De la Cruz Nuñez
El pasado 21 de abril, el subsecretario de la Secretaria de Salud, Hugo López-Gatell, anunciaba que se decretaba el inicio de la fase 3 de la pandemia que nos tiene encerrados desde hace dos meses en casa. Esa misma noche, el gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, daba a conocer a la ciudadanía las medidas que se tomarían para enfrentar esta nueva fase.
Reducción de la capacidad del transporte público, cierre obligatorio de empresas no esenciales y la implementación del programa “Hoy no circula”, son algunas de las medidas que se llevarán a cabo en la capital del estado para frenar el rápido avance del virus. Además de eso, elementos de la Sedena, protección civil y policía municipal, mantienen retenes en las principales avenidas de la capital mexiquense para disuadir a la población a mantenerse en casa. Las medidas son “enérgicas”, dice el gobernador.
De acuerdo a los datos proporcionados por la Secretaría de Salud, México registra (a día de hoy, 26 de mayo de 2020) 71,105 casos positivos acumulados de coronavirus. Los números son altos.
Pero aquí viene la cuestión escabrosa de todo esto. El caldo (de cultivo) podría salir más caro que las albóndigas, como dicen las abuelas.
Si la estrategia que se seguirá en todos los casos que violen las recomendaciones de la fase tres será la cárcel, podríamos estar ante un escenario terrible de contagio masivo. El hacinamiento en las sobrepobladas cárceles de nuestro país, son todo lo contrario a las medidas de Sana Distancia recomendada. Podríamos encontrarnos con un escenario de focos rojos ahí donde el gobierno busca disuadir y frenar los contagios. Tenemos ya el principal ingrediente para esta receta de desastre.
Es cierto que quizá la población no está tomando con la debida seriedad la pandemia, pero los gobernantes deberían pensar en la implementación de programas de concientización que no involucren, no solo el miedo, sino medidas que eviten que esto se les salga de las manos. Es iluso pensar que, una vez encerrados tras las rejas, los contagios potenciales se reduzcan. Lo más seguro es que aumenten exponencialmente. Además, sabemos que quienes terminarán sufriendo las medidas, como siempre, serán los sectores pobres de la población; esos que viven al día pagarán, de una manera u otra, su sobrevivencia con contagios.
Vamos, que el caldo de cultivo del virus se puede dar ahí dónde el gobierno cree que está realizando acciones para disminuir los contagios. Un oficial que no use debidamente el cubrebocas puede ser lo que nos salga más caro.
Exhortamos a las autoridades a encontrar las formas de mantener a la población a salvo, ya sea en casa o fuera de ella. Con todas las garantías individuales intactas y asegurándole a sus ciudadanos que el precio por un plato de comida no será caer en las gráficas como víctima sin rostro del contagio.